martes, 10 de septiembre de 2013

A la imposible...



A ti, mujer imposible, me dirijo a ti:

Te veo todos los días, con tu cabello largo y oscuro, tus grandes ojos cual par de lunas llenas; ojos que no alcanzo a mirarlos todos.
Debido a que eres muy bella y hermosa, me gusta contemplarte.
Verte es como admirar una obra de arte, me llegas por los sentidos y te suspiro con mi alma.
Te suspiro con cada respiro, te suspiro con el pensamiento, te suspiro con mi humilde (bastante humilde) corazón.
Corazón convaleciente, corazón fortalecido, corazón salvaje, corazón arrepentido, al fin de cuentas corazón humano, demasiado humano.
El color de tu piel, blanca como el algodón, como la lana, como las nubes que están en el cielo todos los días, así de blanca es tu piel.

Me pregunto si es ridículo escribir esto sabiendo que nunca los leerás, lo más probable es que sí sea ridículo, o quizás no, de todas maneras hago esto para hacer honor a tu belleza singular, al sentimiento de verte todos los días y la alegría que en mi provocas, a la imposibilidad, a la imposible mujer que eres difícil de alcanzar, esa imposible eres tú.


Atentamente:
El admirador de tu belleza.