miércoles, 15 de febrero de 2012

Sublimación del Sentimiento de un Objeto de Deseo




La primera vez que la vi en esa reunión del colegio fué una maravilla, nunca había visto a una chica como ella, a una morena de fuego: tan alta, tan delgada, tan inocente, tan tierna, tenía un no se qué que me llamó la atención, no fue amor a primera vista, eso si lo puedo asegurar, era una atracción que no he podido definir hasta el momento. A primera vista me pareció una modelo, con su peculiar caminar, con la seriedad del semblante de su rostro así como la lindura de su sonrisa, mi corazón palpita de la emoción al recordar; los ojos, y !qué ojos¡ esos ojos de ángel que me cautivaron: grandes, expresivos, hermosos ojos, una mirada que incitaba besar los labios de ese rostro, labios dulces del país de los deseos pasionales, boca que decía bésame. Pasión que sentí por aquella emperatriz de piel de ébano, por esa diosa del amazonas, porque es tanta su belleza que solo al compararse con una divinidad puede entenderse la magnitud de su belleza.
Claro, eso a primera vista, faltó que le comenzara a hablar, pero lo que mencioné fue suficiente motivo para dirigirme a ese ángel del cielo. Hasta que al fin me atreví a hablarle y una palabra surgió cuando le pregunté por su nombre: Azálea.

En el rato que estuvimos ahí, platicamos sobre la múscia que nos gustaba, sobre amistades, sobre planes a futuro, etcétera, así fueron las cosas la primera vez que hablé con ella, y cuando se retiró de ahí, pude experimentar una sensación de felicidad que me recorría por todo el cuerpo, me había dado cuenta que sus características físicas eran la suma de los rasgos que había visto en mujeres que me han llamado la atención, de mujeres con las que pensé jamás tendría una oportunidad de comenzar una relación, vaya, mujeres que no estaban a mi alcance, pero que me gustaban, al verla a ella pude notar que mi ideal de mujer, no de mujer perfecta, sino un ideal que se conformaba por la diversidad de mujeres que tuve la dicha de contemplar.

Sin más por decir, fui correspondido y con el tiempo formamos una relación, Azálea y yo, yo y Azálea. El surgimiento del pensar en ella en mi cabeza de por si era un éxtasis, una katársis, al estar con ella era, no sé como decirlo, mágico. Esos momentos eran como en las películas en donde en el mundo existen solo los amantes: el hombre llevando una flor hacia su amada, la mujer recibiendo la flor y esperando del hombre una respuesta, una promesa de fidelidad, una exclusividad en los individuos, dos universos distintos uniéndose, entrelazándose, fusionándose y sobre todo besándose, son los sentidos testigos mudos del contacto humano, labio con labio, dos mundos distintos, dos polos de un imán, esa es la idea que nos prsentan en las películas, claro las románticas, pues bien, así es lo que sentía yo por ella, snetí como mi pensamiento y mi mundo sucumbieron ante las caracterísitcas que antes mencioné o sea, en su mirada, sus cautivadores ojos, su forma de ser tan comprensiva y tierna y su trato para conmigo. Muchos opinarán distinto en cuanto a su forma de ser, pero es que esas personas no han visto lo que yo he visto en ella: una mujer completa, de pies a cabeza.

Por mi memoria pasan los momentos que pasamos juntos. Recuerdo la desnudez de sus hombros y cuello; durante su "dulce reposo" en las mañanas, al estar abrazados en la cama, me gustaba hacerle suavemente y con al mayor delicadeza, caricias (en forma de espiral) en uno de sus desnudos hombros, me gustaba sentir su piel, sentir su existencia, también le susurraba un "te amo" en una de sus orejas e inmediatamente le moridsqueaba su oreja, a lo que me respondía con una suave risa y extremos suspiros; recuerdo cuando exploré sus "bellos miembros delicados": sus brazos blandos, la suavidad de sus piernas, sus bruñidos y lozanos muslos, la majestuosidad de sus senos, lo delineado de sus curvas, su vientre llano, la sensualidad y ternura de su desnuda espalda, así es, pude tener el bendito privilegio de recorrer cada una de sus delicados miembros con la inocencia de mi virgen boca. Sus carnosos e inocentes labios, que así se manifestaron al contacto con los míos me permitieron saber que mi boca se sentía ansiosa por hacer contacto con sus labios, que la ansiedad de ambos hizo que nos besáramos con tal pasión y locura que, al tocar sus húmedas mejillas me di cuenta que ella estaba sientiendo la misma emoción que la mía, pero expresada en las más puras lágrimas, al acabar de realizar lo anterior, sus labios me permitieron ver a la esencia de mujer que había en ella, pude notar esa fragancia que me atrajo de ella desde la primera vez que la vi.

Así duró la magia durante un tiempo, pero después, y sin decirme nada, se alejó y sólo me escribió una carta en la que me mencionaba que pasó momentos muy bellos conmigo, que soy una persona muy importante para ella, pero por razones que no me especificó se tenía que alejar de mí. Eso fue todo, ya no he recibido palabra alguna de ella, la extraño, extraño su presencia, extraño el perfume de su cabello, extraño contemplar su belleza cuando ella no se da cuenta, extraño su seriedad, pero también su sonrisa.
De hecho jamás me había puesto a pensar sobre su sonrisa, tiene la más bella sonrisa que haya visto en una mujer, era perfecta, sus dientes estaban perfectamente alineados con el contorno de sus labios, su gran sonrisa me motivaba a seguir adelante.
Las noches que pasamos juntos fueron inolvidables, irrepetibles, fueron la máxima expresión de la belleza, recordaré esos días hasta el fin de mi existencia. Ver el desabrigo de su cuerpo sucitó en mi un sentimiento de máxima fidelidad hacia ella, de protección, de anhelo y necesidad de ella, un sentimiento que no puede ser racionalizado, sino sólo sentido.

Mi musa mortal, no inmortal como en la mitología griega, sino una musa inspiradora, terrenal, el ángel de mis pensamientos, mi anhelo, mi pasión, mi sed, mi angustia y desesperación, un hombro en qué llorar, mi sueño continuo, oh mujer, oh diosa.

No te llamo mía, porque entiendo que tú nunca lo has sido, y, si un día me ilusioné con este pensamiento, ahora he sido cruelmente castigado. A pesar de todo te llamo mía: mi seductora, mi embaucadora, mi enemiga, mi asesina, origen de mi desventura, tumba de mi dicha, abismo de mi desdicha... Donde quiera que vayas, seguiré siendo tuyo. Vete a los confines del mundo, seguiré siendo tuyo. Aunque ames a mil hombres, seguiré siendo tuyo. Las mismas palabras que utilizo contra ti te demuestran que soy tuyo. Tú te has atrevido a engañar a una criatura hasta el extremo de que eras todo para el, hasta el extremo de que no habría deseado otra alegría distinta a ser tu esclavo. Yo soy tuyo, tuyo, tuyo: tu maldición***.
Hasta pronto Azálea.










*** Nota de autor: la cita antes mencionada pertenece al libro "Diario de un Seductor" del filósofo danés Soren Kierkegaard, la cita fué modificada para que se adecuara al texto.